La Biblia es, sin lugar a dudas, uno de los más ricos tesoros de la literatura universal de todos los tiempos. Nadie mínimamente informado podría negar la evidencia del gran tesoro cultural encerrado en esta colección de antiguos escritos judeo-cristianos, que alterna la narrativa histórica con los códigos legales, las normas de conducta con la delicada belleza de la lírica hebrea, los discursos didácticos o morales con la interpretación de sueños y visiones.
Sin embargo, el valor principal de la Biblia no consiste en razones estéticas ni en motivo alguno de índole cultural, sino en su contenido es esencialmente religioso, que hace de ella el libro sagrado por excelencia. Porque todo en la Biblia está ordenado revelar que Dios, autor de la vida y de cuanto existe, no es un ser inaccesible, oculto en la hondura de su divinidad y ajeno a los problemáticos planteamientos de la historia del ser humano, sino un Padre amoroso y perdonador, que se acerca a las personas para liberarlas de sus propias faltas y errores.
El valor de la Biblia, que se descubre claramente en su título de “Sagradas Escrituras” o “Santas Escrituras”, es además refrendado por la forma en que a ellas se refieren Jesús y los autores del Nuevo Testamento: Dios nos habla en los escritos proféticos, como también en los demás libros del catálogo bíblico; los profetas, al predicar o al anunciar algún acontecimiento futuro, son transmisores de la palabra y la voluntad de Dios, y la autoridad de las Escrituras es incuestionable, pues son resultado directo de la actividad del Espíritu Santo.
Dios a lo largo de los siglos ha usado a hombres y mujeres como portadores e instrumentos de Él.
Recordamos en este histórico día a Casiodoro de Reina, el traductor. Hombre de nacionalidad española que estudió en la Universidad Hispalense y confesó como fraile jerónimo en el monasterio de San Isidoro del Campo, en Sevilla. Tras abrazar la Reforma Protestante, salió del monasterio acordando con una docena de compañeros reunirse en Suiza, para luego dirigirse a Londres, Inglaterra. Allí se casó con Ana León, quien le dio cinco hijos.
El Tribunal del Santo Oficio, en Sevilla, le procesó y condenó a ser quemado en estatua el año 1562. El rey Felipe II, movilizó sus espías cerca y puso precio a su cabeza. Por otro lado, necesidades económicas, la política española en Flandes, las diferencias doctrinales con sus nuevos correligionarios, la fragilidad de su salud y la impresión de su Biblia le mantuvieron en constantes traslados por Europa.
Tanto la Biblia como el resto de su legado literario figuró en el “Índice de libros prohibidos” del Santo Oficio de la Inquisición Española, como “autor de primera clase”.
Casiodoro de Reina como traductor seguía los pasos de los primeros traductores protestantes españoles, quienes legaron sus versiones de Salmos, Mateo, Romanos y Primera Corintios.
A Casiodoro de Reina le debemos la “Biblia del Oso” primera Biblia castellana que se imprimió y que había sido traducida de sus originales hebreo, arameo y griego. Que vio la luz en una imprenta de Basilea, Suiza, el 26 de septiembre de 1569, donde se encontraba refugiado con Ana, su esposa y les nació su primer hijo Marcos Casiodoro.
Para el Antiguo Testamento Reina tuvo a su disposición tres copias de manuscritos hebreo que, a la luz de los descubrimientos posteriores, podemos afirmar que se trataba de copia manuscrita más bien tardías decreto hebreo del Antiguo Testamento. Otras fuentes que usó fueron la Biblia de Ferrara, traducción del Antiguo Testamento al castellano por los judíos expulsados de España, y la traducción latina de Santes Pagnino. Curiosamente, él debió manejar la edición hecha por Miguel Servet. En tanto, para el Nuevo Testamento Griego contó sin duda con el texto de Erasmo de Roterdam, conocido como “textus receptus”, además de diversos textos del neo Testamento.
Los de la fe cristiana, de modo unánime y firme, expresamos nuestra convicción respecto al valor y la vigencia permanentes de la Biblia, autoridad que señala que es la Palabra de Dios –obra inspirada por el Espíritu Santo- en cuanto es alimento de la fe, fuente de luz, y aliento y estímulo para la vida personal y de todo aquel que la necesite.
“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”. 2 Timoteo 3:15-17
Fuente: Santa Biblia Reina Valera 2020
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