Nacido el 30.11.1952 en la ciudad de Mulchén. Hombre que trabajó desde niño en diversas labores, teniendo que asumir, siendo un adolescente, responsabilidades como el sustento del hogar familiar y la crianza de sus tres hermanos menores.

Tuvo su encuentro personal con Cristo, a raíz de una invitación al templo, que le extendió un vecino. Recibió a Cristo como su Señor y Salvador a los 18 años y jamás se soltó de Él, siempre sirviéndole con gozo y alegría, adquiriendo un compromiso solido con su obra.

Allí en el templo de la Iglesia Metodista Pentecostal, de calle Unzueta, entre miradas a través de las bancas nace el amor entre Cristóbal y la hermana Doris Lagos Mellado, quienes cumplirían en febrero de 2021, 45 años de feliz matrimonio. De esta hermosa unión está la descendencia de tres hijos: Jocelyn, Carlos y Juan Pablo y dos nietos Natalia y Gabriel de su hijo Jocelyn. Se suma a estos hijos de sangre, muchos otros hijos del corazón que se allegaron a su alero, recibiendo techo, cariño, consejos y disciplina.

Participó activamente del grupo de jóvenes de su época y fue Jefe de Ciclistas, con quienes recorrió campos y carreteras, animando a sus hermanos a echar mano a la fe, en ello se le recuerda con esta famosa frase “¡Una sola fila!".

Por un tiempo hizo un receso en su carrera, retomándola con más compromiso para trabajar al lado de su hijo mayor, Jocelyn, en la obra que se emprendía, de esta ya hace 14 años, aun cuando estaba limitado por su silla de ruedas, fue fiel apoyo y consejero para su hijo y ahora también Pastor.

Recuerdo imborrables quedan de como Dios lo usaba en la predicación de la Palabra y también en su característica y notoria danza, ésta que no dejaba indiferente a nadie. Si duda un hombre de Dios.

Hombre de un corazón de oro, generoso como nadie, entregando ayuda sin pensarlo a quien lo necesitaba.  Hombre de palabra, padre amoroso pero firme en sus enseñanzas, hombre amante de su esposa, fiel a sus principios cristianos. Un abuelito querendón siempre preocupado de sus nietos con quienes jugaba y reía como un niño más. Siempre su amabilidad, su humor le hacía caer en gracia donde iba. Por sobre todo un hijo de Dios, fiel a su Señor, comprometido con la obra, Hombre de oración ferviente y de consejos sabios.

El 28 de diciembre de 2020 y después de más de 10 años de vivir una larga y pesada enfermedad, en que jamás bajo su ánimo y su fe, y su familia vio cada día el milagro de vida que Dios hacía en el, ha sido llamado por El Señor a descansar en su presencia.

Deja a sus hijos, nietos y hermanos en Cristo un legado de Fe en Dios, a confiar en que Dios tiene el control de todo y de ayuda al prójimo; legado que es una huella para seguir para los que quedamos.

Nuestro amado hermano Cristóbal descansa en paz.