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María, la madre de Jesús

 

«Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia» Lucas 1:38

María era una joven judía que vivía una vida bastante ordinaria en Nazaret, una pequeña ciudad de Galilea. Era pariente de Elizabet, una descendiente de Aarón y también posiblemente descendiente de David.

María era apenas una adolescente. Ella estaba comprometida para casarse con un joven llamado José.

Un día un Ángel vino donde ella y le dijo «María, no temas porque has hallado gracia delante de Dios» Lucas 1:3. ¡Ella había sido elegida de entre todas las mujeres del mundo para dar a luz al Hijo de Dios, El cual llevaría por nombre Jesús!

El ángel le explicó que el Espíritu Santo vendría sobre ella, y que de esta forma se convertiría en la madre de Jesucristo, el Hijo de Dios.

Independiente de lo improbable que esto sonaba según el razonamiento humano, María valientemente respondió: «He aquí la sierva del Señor, hágase conmigo conforme a tu palabra» Lucas 1.38. ¡Ella tenía plena fe y confianza en Dios!
María tuvo que haber sido una joven muy especial, ya que ella fue elegida para llevar a Jesucristo, el Hijo de Dios. No pudo haber sido cualquier persona.

La maternidad es un privilegio doloroso. La joven María tuvo el privilegio único de ser madre del mismo Hijo de Dios. Los dolores de la maternidad y el placer de su condición, los comprenden cualquier Madre.

María fue el único ser humano que estuvo presente en el nacimiento de Jesús y que también actuó como testigo de su muerte. Lo vio llegar como su bebé y lo vio morir como su Salvador.

María no tenía pensamientos grandes de sí misma, pero tenía fe y confiaba plenamente en la dirección de Dios en su vida, incluso cuando las circunstancias parecían imposibles. María realmente nos puede enseñar mucho acerca de fe y humildad, ya que podría haberse llenado de arrogancia y orgullo, pero, todo lo contrario, ella engrandeció a Dios por haberle confiado esta grande tarea y por haber mirado su humilde estado.

Entonces María dijo: «Engrandece mi alma al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la bajeza de su sierva; pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones. Porque me ha hecho grandes cosas el poderoso, Santo es su nombre, y su misericordia es de generación en generación a los que le temen» Lucas 1:46-50.

Su servicio fue una labor tan importante como la de llevar en su vientre al Hijo de Dios, criarlo y educarlo como cualquier madre que realiza esa labor con sus hijos, pero ella llevaba al Salvador del mundo, razón por la cual se le dijo: «Bendita tu entre todas las mujeres».

Por lo tanto, el que Dios haya puesto sus ojos en ella, nos indica que hoy en día tenemos un modelo de mujer de Servicio, digno de imitar.

María nos muestra que aquellos que son pequeños a sus propios ojos, son valiosos para Dios, Él se preocupa por ellos, ¡Todo lo que el busca es fe!

María no era una reina, ni de la nobleza, pero Dios la escogió de igual manera. A través de su vida, había demostrado que consideraba a Dios como todo y a ella misma como nada. ¡Dios con gusto quiere usar a tales personas! Él vio la actitud humilde de María, y se convirtió en la madre de Jesús.

Su conocimiento de las Escrituras: La fe que habilitó a María para obedecer, vino por su inmersión en la palabra de Dios (Romanos 10:17). El tan conocido «Magníficat», o la «canción de María» delata el profundo conocimiento que ella tenía tanto de su condición espiritual como de las Escrituras.

Lo primero que ella dice es que su espíritu se alegraba en Dios su Salvador (Lucas 1:47) dejándonos ver cuan clara tenía su necesidad de Salvación. Después vemos su vasto conocimiento del Antiguo Testamento, ya que los versículos siguientes cuentan con fragmentos muy similares a la oración de Ana (1er Libro de Samuel 2:1-10). Además de esto, podríamos concluir que su amplio conocimiento de las Escrituras fue lo que le ayudó a entender la profecía del ángel (San Lucas 1:32-33) y concluir que el ángel hablaba del Mesías.

Así como ella, hoy en día nosotras también estamos llamadas a servir, con el mismo corazón que María dispuso el suyo para la Gloria de nuestro Señor.

 ¿Hoy tú estás dispuesto a hacer y obedecer la tarea que Dios te ha encomendado con gran humildad y gratitud?



Diaconisa Eduvina González Araneda

Iglesia Metodista Pentecostal San Rafael La Pintana

Estudiante del Seminario Metodista Pentecostal.

 

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