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La Persona de Jesús

Jesús hombre

 

No hay dudas de que la persona de Jesús es única en la historia de la humanidad, y también la piedra angular de la fe cristiana. Su nombre es amado por millones de redimidos, pero también hay quienes quisieran quitarlo de la historia.

Aquel bebé nacido en una fría noche de Belén hace ya dos milenios, cuyo nacimiento sigue emocionado a millones en el mundo, y que su crecimiento en Nazaret y su manifestación pública siendo adulto, significaron la demostración vívida y palpable del gran amor de Dios al ser humano. Por eso las palabras “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su único Hijo, para que todo aquel que en el cree, no se pierda, más tenga vida eterna” (Juan 3:16) representan el propósito sublime y grandioso de la persona de Jesús.

 

  El nombre Jesús significa “Salvador, y representa lo que Jesucristo es para cada ser humano perdido en sus pecados ante la santidad de Dios.

  Cuando el ángel apareció en sueños a José, padre adoptivo de Jesús, le dijo que María, daría a luz un hijo, engendrado por obra del Espíritu Santo y no por voluntad humana. Y ese hijo sería llamado JESÚS, porque él tendría una función única y exclusiva: salvaría a su pueblo de sus pecados. Esto vendría a ser el cumplimiento inequívoco de lo que los profetas (portavoces de Dios) hablaron muchos años antes, especialmente de que nacería un niño de una virgen, y sería llamado también Emanuel, que tiene un significado maravilloso, es decir, Dios con nosotros.

Jesús es único, pues es Dios hecho hombre. Sí, Dios tomando forma humana, viviendo entre la humanidad, teniendo las mismas necesidades y emociones que tiene cada persona, pero con la gran diferencia que sin pecado, siendo absolutamente santo. Es lo que llamamos en términos teológicos la unión hipostática de Jesús, es decir, cien por ciento Dios y cien por ciento hombres. ¡Qué gran misterio es este! Incomprensible para la razón humana, pero que sólo puede ser creído y aceptado por la fe, tal como nos lo dice Pablo el apóstol:“E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne…” 1° Timoteo 3:16a

Jesús es único, porque vino al mundo enviado por Dios Padre con una gran misión: dar su vida en rescate (redención, pago) por todos los que estábamos perdidos en nuestros pecados, delitos (ofensas) y maldades. Su obra en la tierra, donde hizo muchos bienes como sanidades, milagros, provisión abundante, pasar de la muerte a la vida, etc. fueron un reflejo de la visitación de Dios al hombre, para terminar en el punto culminante de su obra en la tierra, morir para que los pecadores tuviesen vida en Dios. La cruz del Calvario, en el monte Gólgota o monte de la Calavera, lugar donde Jesús murió crucificado, pues esa fue la forma de su muerte, es la manifestación más grande del amor de Dios. No puedo dejar de preguntar a más de alguien que está leyendo estas palabras ¿estás necesitado del amor de Dios? ¿te preguntas, si Dios te ama? Sólo puede decirte, mira por la fe a Jesús, quien pagó la culpa de nuestro pecado, siendo el sustituto que tomó nuestro lugar, pues la paga o precio del pecado es la muerte, la separación eterna de Dios, pero el regalo que Dios nos ha ofrecido es vida, y una vida eterna por medio de Jesús.

Jesús es único también porque no tan sólo murió. La Biblia, nos dice que se levantó de la tumba, venciendo el poder de la muerte, el enemigo más temido por el ser humano. En otras palabras, resucitó, pero con un cuerpo glorificado. Si Jesús hubiese sólo muerto y llegado hasta ahí, sería un mártir de su religión, venerado por eso y admirado por su valor. Pero eso no bastaría para dar al hombre lo que realmente necesita: reconciliación con Dios. Y el Jesús crucificado, muerto y resucitado es la esencia del mensaje evangélico, pues como nos lo dice Pedro el apóstol “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” Hechos 4:12

Hoy Jesús sigue dando salvación, y está con nosotros, su Iglesia, pues la ama, la sustenta, la cuida y vendrá muy pronto por ella. Es Jesús el motivo de nuestro servicio y amor a su Reino, y de vivir cada día para Él. Y nunca podrá dejar indiferente a nadie, pues Jesucristo es el único que produce en nosotros la exclamación que dijera hace ya dos mil años aquel centurión romano al pie de la cruz: “Verdaderamente este hombre era (es) Hijo de Dios”

 

 

Pr. Mauricio Rocha Muñoz.  

IMP Los Ángeles

Docente, Seminario Metodista Pentecostal                                                              

 

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