Sin duda una de las festividades más esperadas en el ámbito secular es la Navidad, y a pocos días de celebrar un año más de ésta, es importante profundizar el significado que tiene. No sólo se comparte una cena y regalos como lo vemos hoy en día, sino que para el cristianismo la conmemoración de esta festividad nos lleva a recordar el nacimiento más glorioso que ha sucedido en el mundo a lo largo de toda su existencia, sin duda en esta época se conmemora el nacimiento del Salvador.
En el libro del profeta Isaías en el capítulo 9:6-7, se presenta una de las mayores promesas para la humanidad: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará esto”.
Al observar la descripción que Isaías entrega sobre el Salvador, se destacan verdades hermosas:
- “Hijo nos es dado”, nos muestra que el Logos venía a ser la libertad que Israel buscaba y la humanidad necesitaba.
- Él se encargaría de gobernar a un pueblo quebrantado, cuando los líderes eran incompetentes y crueles, el Señor vino a ser el Gobernador que cambiaría todo, no sólo sería líder para Israel, sino que sería el líder del pueblo de Dios a lo largo y ancho de la tierra.
- Se le describe con atributos que sólo el Príncipe celestial puede tener: Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre Eterno y Príncipe de Paz. Estos cuatro títulos presentan el bello cuadro del Mesías venidero.
Aún recibiendo todos los atributos divinos, que a lo largo del Antiguo Testamento destacan sobre el Mesías que había de venir, su llegada a esta tierra muestra el carácter humilde y sencillo que Jesús vino a plasmar a la humanidad, siendo parte de la Trinidad y el Príncipe celestial, su nacimiento fue en un pesebre sin comodidades, sin lujos, sin nada extravagante. Por el contrario, su nacimiento en aquel lugar tiene como trasfondo oscuridad, pobreza y rechazo. Todo esto lo podemos ver en el libro de Lucas 2: 4-7:
“Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta. Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.
El anuncio del nacimiento no se hizo a los sacerdotes, ni a los maestros, ni tampoco a los doctores ni expertos de la ley, sino que se proclamó a los humildes pastores, los mismos que eran despreciados y mal mirados. Esto nos lleva a entender que Dios no vino a aquellos que creen no tener la necesidad de conocerlo, sino que vino a los menospreciados y rechazados, de los cuales yo soy uno.
Quizás muchos esperan recibir un gran regalo para esta festividad. Tal vez otros estemos preparando lo que será la cena y el compartir en familia. Incluso muchos adornarán su casa con esmero, preparando todos los detalles que han de ser necesarios. Sin embargo, tal cual ocurrió en el tiempo del nacimiento de Jesús, sería imperdonable olvidarnos de dar el lugar y la conmemoración a quien realmente debe ser exaltado y glorificado. Sería una injusticia hacer a un lado al Salvador, tenerlo escondido y marginado del mesón principal, enviándolo a un maloliente pesebre, o a cualquier lugar de poca importancia.
Debemos destacar que Dios el Padre, nos dio lo mejor. Nada menos que a su propio Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Por lo tanto, la pregunta es: ¿cómo valoro hoy tan hermoso regalo?
Sin la encarnación del Verbo, sin el nacimiento glorioso del Salvador, la humanidad estaría en quebranto y dolor, no habría esperanza. Sin duda la tristeza, la amargura y la soledad, gobernarían la humanidad y nuestras vidas. Pero qué maravilloso es lo que Él vino a hacer por todos nosotros: con su nacimiento llegó la fe, el consuelo, la redención que tanto necesitábamos.
La Navidad no es solo una fiesta que debe pasar desapercibida, para nosotros los hijos de Dios, los verdaderos cristianos, la Navidad es el tiempo en que podemos recordar que en la humanidad “HA NACIDO EL SALVADOR”.
Pastor Eliseo Fuenzalida Celis
Iglesia Metodista Pentecostal de Chile-Teno
Estudiante Seminario Metodista Pentecostal |